Salamanca tierra mía


Salamanca está de moda. Mientras dure la guerra, la película dirigida por Alejandro Amenábar y ganadora del Goya al mejor actor de reparto, fue rodada en las mismas calles y localizaciones por las que caminó Miguel de Unamuno: la Casa Museo, el Ayuntamiento y la Universidad. Como decía el propio Amenábar: “Para mí es importante pisar el lugar real en el que han vivido mis personajes. Sentí emoción en la casa de Unamuno, sobre todo cuando descubrí el rin­cón en el que murió mientras se calentaba con un brasero. La marca de la madera chamuscada aún se conserva”. La ciudad entera se convirtió en un gran plató de cine, como sucedió años atrás con el título En el punto de mira, que trataba sobre un atentado al presidente de los Estados Unidos en la Plaza Mayor de la ciudad. Los amantes del cine están de enhorabuena puesto que callejear por Salamanca es visitar un histórico y enorme escenario.

En ese escenario, las procesiones de la cercana de la Semana Santa sirven como excusa perfecta para acercarse a conocer cómo son sus desfiles y sus tradiciones, impregnadas de la sobriedad y seriedad castellanas. Una de las tradiciones más antiguas es el acto del Desenclavo y Descendimiento, que se remonta a 1615. Las cofradías salmantinas son de las más antiguas de España, datándose en 1240 la congregación de disciplina de los Hermanos de la Penitencia de Cristo.

El arte está presente en todos los rincones de la ciudad. Una extensa de red museos permite conocer las diferentes etapas de su historia y, también, otros temas interesantes como la filmoteca de Castilla y León, la historia de la automoción o el lugar para saber cuáles son las últimas tendencias artísticas: el Centro de Arte Contemporáneo Domus Artium 2002. Imprescindible en esta ruta cultural es la visita a la catedral y a todo el conjunto del centro histórico con la universidad y su misteriosa y escondida rana.


También están de enhorabuena los deportistas. Además de la gesta del Unionistas CF en la Copa del Rey y que ha obligado al planeta fútbol a mirar hacia tierras salmantinas, el auge del running es la excusa perfecta para viajar, conocer otras ciudades y disfrutar de las bondades de correr por un entorno histórico inigualable. La Media Maratón de Salamanca, carrera en crecimiento año tras año, ofrece un recorrido prácticamente llano, en el que los corredores visitan los lugares más emblemáticos de la ciudad en apenas dos horas. Y, después de la carrera, hay que reponer fuerzas, y la oferta culinaria salmantina es amplia y variada.

Un viaje sin gastronomía, para muchos viajeros, no es un viaje. Además de sus vinos con denominación de origen y del famoso embutido en todas sus variedades, Salamanca ofrece una gran cantidad de platos y sabores que no dejan indiferente a nadie. El hornazo, que en su origen era una comida de pastores en sus largas jornadas fuera de casa, fue popularizada por los caballeros salmantinos. Tradicionalmente se degustaba en Semana Santa, sobre todo el Lunes de Aguas, es decir, ocho días después del Domingo de Resurrección, día en el que las mujeres recluidas al otro lado del río durante las celebraciones religiosas para evitar las tentaciones carnales regresaban a la ciudad y eran recibidas por los vecinos con hornazos. Otros deleites para el paladar son la Chanfaina, de influencia árabe y judía, el famoso jamón de Guijuelo, el bollo Maimón para el postre y todo lo que ofrecen los numerosos locales de tapas de la ciudad.

Hay más opciones. En los alrededores de Salamanca se pueden visitar pueblos como Alba de Tormes y degustar las famosas Yemas de Santa Teresa, conocer dónde tuvo lugar la famosa batalla de los Arapiles contra el ejército de Napoleón o La Alberca, uno de los pueblos con más encanto.

Salamanca, Patrimonio Histórico de la Humanidad desde 1988 y Capital Cultural Europea en 2002, cuna de la novela picaresca con el Lazarillo de Tormes como protagonista, dejará al viajero con ganas de volver, sintiendo que la ciudad conjuga el respeto por la historia y el interés por la modernidad.


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